Las Redes me confunden

Hay tres clases de personas morando el planeta. Las que acumulan amigos en facebook, las que por el contrario, se vanaglorian de tener únicamente treinta buenos colegas a los que enseñar la foto de la comunión de «Manolita», y las corrientes y molientes.

En mi opinión, y aún a riesgo de ser quemada en la hoguera de algún caserío con los escombros de primavera, a los primeros se les ha ido la cosa de las manos. Aún me resulta imposible creer, que cualquiera pueda tener tres mil amigos. Por Willy Fog que sea uno en la vida, y haya vivido entre Nueva Zelanda y Panamá los últimos cinco años. ¡Imposible!

Los segundos, con todos mis respetos, podrían crear un grupo de whats app llamado «varios» y evitar su exposición al tan temido público. Aunque, generalmente, este es un colectivo dejado, que creó/le crearon su perfil, allá por 2006, pero que apenas «tiene tiempo para estas cosas».

Y luego está el común de los mortales. Grupo que espía en la sombra, y sigue a blogueros de moda. Yo soy una más, de esas que aportan sus «likes» a actividades molonas y causas justas. ¡Nos cargamos a nuestro ex y a sus siete amigos, cuando cortamos  por lo sano! Y estoy encantada de  conocer a tres neo-hippies en Ibiza, para que después, me etiqueten en las fotos de vacaciones.

Organizamos las cenas de capoeira en nuestro muro, en lugar de poner un papel en la pared de la clase, como se ha hecho toda la vida. Exhibimos a nuestros retoños, subimos fotos de nuestras mascotas, de nuestras alfombras nuevas del Zara Home. Orgullosos como los mejores papás del mundo, y embajadores del buen gusto. ¡Qué me muera aquí mismo si no es cierto!

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